miércoles, 24 de septiembre de 2014

La Cucaracha Mandinga


LA CUCARACHA MANDINGA


Había una vez una Cucarachita Mandinga que estaba barriendo las gradas de la puerta de su casita,  y se encontró un cinco. 

Se puso a pensar en qué emplearía el cinco. 

“¿Si compro un cinco de colorete? No, porque no me luche.
¿Si compro un sombrero? No, porque 
no me luche. 
¿Si compro unos aretes? No, porque no me luchen. ¿Si compro un cinco de cintas? 
Sí, porque sí me luchen”.


Y se fue para las tiendas y compró un cinco de cintas; vino y se bañó, se empolvó, se peinó de pelo suelto, se puso un lazo en la cabeza y se fue a pasear a la Calle de la Estación. Allí buscó asiento. 


.
Pasó un toro y viéndola tan compuesta, le dijo:
 
 —Cucarachita Mandinga, ¿te querés casar conmigo? 
La Cucarachita le contestó: 
—¿Y cómo hacés de noche?

—¡Mu... mu...! 
La Cucarachita se tapó los oídos:
                                  -No, porque me chutás... 


Pasó un perro e hizo la misma proposición.
--Y cómo hacés de noche? --le preguntó la Cucarachita.
--¡Guau....guau....!
--No, porque me chutás


Pasó un gallo: --Cucarachita Mandinga, ¿te querés casar conmigo?
--¿Y cómo hacés de noche?
--¡Qui qui ri quí!....

--No, porque me chutás.




Por fin pasó el Ratón Pérez. 
A la Cucarachita se le fueron los ojos al verlo: 
parecía un figurín, porque andaba de leva, tirolé y bastón. 
  Se acercó a la Cucarachita y le dijo con mil monadas:

—Cucarachita Mandinga, ¿te querés casar conmigo? —¿Y cómo hacés de noche? —¡I, i, iii...! 

A la Cucarachita le agradó aquel ruidito, se levantó de su asiento y se fueron de bracete. 

Se casaron y hubo una gran parranda. 



 Continuara....





...Al día siguiente la Cucarachita, que era muy mujer de su casa, 
estaba arriba desde que comenzaron las claras del día 
poniéndolo todo en su lugar.

Después de almuerzo puso al fuego una gran olla de arroz
 con leche, cogió dos tinajas que colocó una sobre la cabeza
 y otra en el cuadril, y se fue por agua.

Antes de salir dijo a su marido: --Véame el fuego y cuidadito
con golosear en esa olla de arroz con leche.


Pero apenas hubo salido su esposa, el Ratón Pérez
 le pasó el picaporte a la puerta y se fue a curiosear 
en la olla. Metió una manita y le sacó al punto: 
--¡Carachas! ¡Que me quemo!
--Metió una pata: --¡Carachas! ¡Que me quemo!
--Metió la otra pata y salió bailando de dolor:
--¡Demontres de arroz con leche, para estar pelando! 
--Pero como eran muchas las ganas de golosear, acercó un
banco al fuego y se subió a él para mirar dentro de la olla...!


El arroz estaba hierve que hierve, y como la Cucarachita le había puesto queso en polvo y unas astillitas de canela, salía un olor que convidaba.
Ratón pérez no pudo resistir y se inclinó para meter las narices entre aquel vaho que olía a gloria. Pero el pobre se resbaló.... y cayó dentro de la olla.


Volvió la Cucarachita y se encontró con la 
puerta atrancada. 
Tuvo que ir a hablarle a un carpintero para que viniera a abrirla. Cuando entró, el corazón le avisaba que había pasado una desgracia. Se puso a buscar a su marido por todos los rincones. Le dieron ganas de asomarse a la olla de arroz con leche.... y ¡Va viendo! ... a su esposo bailando en aquel caldo.
La pobre se puso como loca y daba unos gritos que se oían en toda la cuadra. Los vecinos la consideraban, sobre todo al pensar que estaba tan recién casada. Mandó a traer un buen ataúd, metió dentro de él al difunto y lo colocó en media sala.



Ella se sentó a llorar en el quicio de la puerta.

Pasó una palomita que le preguntó:










Continuara....